Las clases de meditación que propongo son un tanto diferentes a lo convencional, como las apodó mi compañera de vida, Shima, son clases de meditación  «inefables». 

Supongo que esto se percibirá así por la vida atípica que he vivido. Fui un  jovencísimo ermitaño en el siglo veinte en las montañas de Valencia. Aunque viví veinte años allí dedicado al conocimiento de la mente, mi crianza la tuve en protecciones de menores al no tener familia. Quizá sea por este pasado por lo que  tengo una manera de transmitir la meditación muy personal.

Soy budista del linaje Sakyapa  pero no enseño budismo ortodoxo, sino sus métodos transformados para la comprensión de las personas occidentales.

Me gusta enseñar lo que he aprendido en las montañas y no me guardo nada porque no tiene ningún sentido para mí no compartirlo. Es tan beneficioso conocer cómo verdaderamente puedes entrenar tu mente y gracias a ello dominar mejor los impactos emocionales que todos los días sufrimos, que tiene todo su sentido compartirlo de una manera plena y profunda. Pienso que la docencia es una responsabilidad, más allá de ser un modo de vida con el que pagar tus facturas y por lo tanto, intento con todas mis fuerzas ser auténtico y honesto en todo cuanto comparto y transmito. Al fin y al cabo hace años que entendí que enseñamos lo que somos, y no tanto lo que sabemos. Esta es mi humilde opinión y aunque pueda estar equivocado es mi filosofía y mi sentir.