¿Por qué mirar el horizonte nos produce un sentir diáfano dentro de nosotros?
Mirar un amanecer nos aporta algo indescriptible…
Ver las olas del mar meciéndose nos hipnotiza…Sentarse al borde de un acantilado y mirar un precipicio expanden nuestra mente.
Hay un sin fin de contemplaciones que nos paralizan el funcionamiento ordinario sensitivo de la mente. En otras palabras, rompen la manera en la que vemos las cosas.
Quizás, sea porque nuestra infinitud conecta con la grandiosidad de la naturaleza y al contemplarla se conectan con ésta y por eso, el estado de conciencia cambia y nos volvemos más sensibles con aquello que observamos.
Contemplar y observar son palabras y su interpretación es tan variada como cuántas personas hay en el mundo. Por ello antes tendríamos que ponernos de acuerdo en que significa cada palabra para poder disertar sobre ellas.
Bajo mi punto de vista, observar es mirar algo e inevitablemente analizarlo o sacar algún tipo de juicio o etiqueta con el que comprender lo que observamos. Por lo tanto, observar para mí está totalmente ligado a los sentido de percepción y a las impresiones mentales que éstos crean.
Contemplar es otra cosa totalmente distinta, es ver sin mirar, sin analizar, sin etiquetar. Es posar la atención hacia dentro de nosotros mismos aunque los ojos estén focalizados sobre un objeto exterior. El mirar algo de afuera nos conecta con nosotros mismos.
¿Qué ocurre cuando dejamos de contemplar paisajes naturales, montañas o mares…? ¿No vamos sintiendo una desconexión paulatina con nuestra propia naturaleza?
Somos naturaleza. Setenta y cinco por cien de agua; nuestros huesos arden como la madera cuando morimos, el fuego alimenta nuestros órganos internos mientras estamos vivos y nuestra energía interna se la denomina vientos internos. Estamos compuestos por los cinco elementos sutiles que forman la naturaleza en sí misma.
No somos asfalto ni vidrio, tampoco maquinas como los robots de las cadenas de montaje, no somos obedientes y sumisos aunque parezca hoy en día todo lo contrario. Somos naturaleza en estado puro y por eso el ambiente en el que vivimos nos condiciona tanto.
A nadie se le escapa que el carácter de la gente de pueblo es bien distinto al de las personas de ciudad.
Los aborígenes de cualquier selva o desierto no tienen nada que ver con el ser humano cosmopolita.
Las personas que viajan por el mundo tienen otra manera de percibir la vida que los que viven prácticamente toda su existencia en su ciudad o barrio.
Todo es obvio, todos lo vemos pero ahí seguimos, viviendo en entornos que nos van desnaturalizando, mermando, apagando nuestra naturaleza salvaje…
Pero…
Entonces vamos a visitar a alguien a su chalet, a su pueblo o a la costa… en algún momento atardece y el ocaso nos embriaga contándonos algo subconsciente que nos conecta con el sentimiento profundo e interno de qué se nos está escapando algo de entre los dedos. El tiempo, la vida… a saber.
No nos habíamos dado cuenta cuánto hacía que no contemplábamos la vida sin etiquetarla, sin analizarla… demasiado tiempo observando la vida desde nuestra razón. Mucho tiempo sin conectar con la naturaleza que somos.
Algo tan simple como el ocaso, el amanecer de un nuevo día, un pajarillo posado en la rama de un parque mientras vamos al trabajo…Una bocanada de aire fresco caminando por entre los edificios.
Entonces nos damos cuenta.
¿En qué momento hemos perdido la conexión con la naturaleza?
¿Cuándo se nos olvidó que existen los ríos y las montañas, los lagos y los acantilados, las costas embravecidas, los arco iris manifestándose en la campiña, los horizontes sin picos de edificios, los aromas a tierra mojada a piedras húmedas, los sonidos del crepitar de una hoguera en el bosque, las hojas pisadas por los animalillos huyendo del peligro de ser descubiertos; de lo que nos produce mirar un océano desde la costa, por la noche, al lado de un faro que nos hace vislumbrar su inmensidad y a la vez nuestra insignificancia…
Recuerda, contemplar no es observar.
Contempla la naturaleza y te verás reflejad@ en ella, seguro, no lo dudes.
Buena semana y ya sabes que el mejor arte eres tú mismo.