Nuestros condicionantes de la infancia son la educación, las circunstancias y la población donde hemos nacido. Nuestros padres, amigos y demás.
Todo esto configuro nuestra mente; nuestro recipiente mas preciado llenado poco a poco desde nuestro nacimiento hasta los siete años aproximadamente.

Después, continuamos llenando nuestro recipiente con las experiencias y con las inclinaciones internas que nos hacían inclinarnos por distintos artes o estudios y aficiones.
Al final, nuestra personalidad se configura con todo ese conglomerado de información y con la cual, nos identificamos y creamos nuestro alter ego, nuestro yo.
¿En qué momento perdimos la conciencia de lo qué somos y de lo qué creemos que somos?

Nuestro cuerpo es quizás nuestro soporte mas obvio con el que vivir la experiencia humana y todo lo mental se nos pasa por alto a la hora de decir «yo soy» por eso cultivamos el cuerpo y a la vez, somos tan materialistas.
EL mundo es físico y material y de ahí nacen muchos de nuestros entendimiento distorsionados erróneos qué damos por verdaderos.
Este es uno de los primeros eslabones de nuestra propia ignorancia.

Es por éstos motivos por los qué trascender las sensaciones físicas nos ayuda a ir más allá de lo material, de lo físico, de lo tangible y así, nos acercamos al umbral de lo abstracto, de la mente.

Llegamos a la adolescencia y al identificarnos tanto con lo citado anteriormente, nos creemos que somos ese conglomerado de condicionantes y sentimos y decimos, yo soy así…
De ahí en adelante la información por la que nos inclinamos suele ser opuesta a la que nos han impuesto nuestros padres o nuestra educación.
Pero tan solo estamos cambiando un sistema de creencias por otro.
Lo que ocurre  ahora es que somos nosotros los que decidimos en que creer y en que no.

Pero continuamos teniendo una base de entendimiento totalmente condicionada por nuestro lugar de residencia, por los amigos con los que nos movemos y en definitiva, por una visión estrecha de lo que es la realidad y el mundo.

Vivimos ajenos a la realidad que nos rodea y somos el centro del universo de nuestras percepciones, por lo tanto, no vemos con claridad el sufrimiento de los demás y estamos carentes de empatia, compasión o altruismo.
Así vamos haciéndonos mayores y nuestro sistema de creencias se consolida y se solidifica con lo qué cada año que pasa, nos cuesta más aprender algo nuevo porque nuestro recipiente esta comenzando a saturarse de información y se vuelve cuadriculado, obtuso, sobresaturado.
No nos damos cuenta que vivimos en un mundo casi por completo mental y la identificación con nuestro sistema de creencias prevalece por encima de nuestro nivel de percepción.

La vida prácticamente la vivimos a un nivel de proyecciones y por ello podemos entender que nuestra mente tiene vida propia muy a nuestro pesar, por lo que muchas veces sufrimos los impactos de la masificación de pensamientos con lo que las diversas patologías mentales comienzan hacer su aparición en la mente de las personas.
Estrés, psicosis, neurosis, esquizofrenias…

Hace tiempo que se nos olvido cuidar la mente como hemos estado cuidando nuestro cuerpo a lo largo de los años y quizás, es por eso por lo que un entrenamiento mental se vuelve atractivo o necesario para la mayoría de las personas.
La mente es mas importante que el cuerpo.

Al pasar los años la insatisfacción amanece de una manera notoria en todos los aspectos de nuestra vida y después de tantas experiencias y de haber alcanzado una madurez, en muchos aspectos, seguimos con el mismo sistema de creencias que continua limitando nuestra comprensión de quiénes somos y de lo qué verdaderamente es la vida.
Entonces es cuando la conciencia del individuo comienza a lanzar mensajes para cambiar de enfoque, de amistades, de lugar de residencia y cosas por el estilo.
Vamos descubriendo que el equilibrio es el cambio, para el cual no estábamos preparados, ya que nadie nos lo enseño.
También comenzamos a darnos cuenta qué tenemos que hacer algo con nuestra mente indómita, la cual no podemos dominar y nos agota con su movimiento inagotable de conversaciones internas y de imágenes del pasado y con sus proyecciones del futuro.

Nuestro sistema emocional, que ésta conectado con nuestra mente, nos hace vivir en un carrusel emocional, el cual no sabemos, no podemos o no queremos parar y que nos arrastra por sus distintos estados emocionantes.
Pero ahí continua nuestra conciencia; esa pequeña voz que nos dice que necesitamos encontrar un poco de paz y para ello, tenemos que conocer nuestra mente y saber dirigir la atención a través de su universo de percepciones.
Al final tomamos conciencia de que el cuerpo, la mente y la conciencia, están totalmente conectados y al trabajar un aspecto no podemos olvidar  los otros dos. Es por ello que el trabajo personal no reside en un solo camino, sino en un conjunto de consciencias asociadas al cuerpo, a la mente con sus sentidos e intuiciones y a la conciencia que nos hace discernir entre un camino u otro.

Un cuerpo flexible es una mente ágil.
Una mente entrenada desarrolla una intuición aguda de la realidad y de la conciencia de lo qué somos.
Ser conciencia, nos proporciona coherencia y nos aparta del miedo al fracaso; nos mantiene en la acción de todo aquello que sabemos que tenemos que hacer `para continuar avanzando en el camino de la vida, de la experiencia humana.

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