El arte de vivir en tus manos son palabras, es una definición para expresar la complejidad de aprender a vivir bien y mejor.
No nos han enseñado a vivir, nos han enseñado a ser obedientes, responsables… a cumplir con las normas sociales, tanto las laborales como las intelectuales.
A lo largo de nuestro aprendizaje pocas son las veces que se nos pregunta que nos gusta, qué queremos, a dónde queremos ir,etcétera.
Poco a poco nos hacen sentir que si no pertenecemos a un grupo seremos marginados, vulnerables y eso nos hace inclinarnos más por aprender a pensar y actuar acorde al grupo con el que nos identifiquemos. El fingimiento y el autoengaño forman parte de nuestra personalidad para posicionarnos en el mundo y entre sus gentes.
Los ejemplos de una manera de vivir diferente han sido inexistentes y de mayores estamos totalmente programados para ser de la manera que nos han enseñado a ser.
En teoría, ésto no tendría que ser un problema pero nuestra insatisfacción vital no nos hace ver otra cosa constantemente ¿Estamos en un error desde hace tiempo?
Los trabajos por los que pasamos nos merman y empobrecen nuestra capacidad de creatividad, nuestras ilusiones, las ganas de continuar en el tiempo con esos oficios. Pocas son las personas que trabajan en lo que les gusta e incluso, los que lo hacen, el sistema social se lo pone tan difícil que podemos acabar aborreciendo nuestra propia vocación.
Por estos motivos y muchos más, nuestras relaciones también sufren de esta presión que con el tiempo, van acaparando nuestro estar, nuestro ser, nuestra mente.
La desilusión nos hace ver la vida en un clarooscuro y a veces en un negro. Tan solo disfrutamos de momentos de luminosidad y entusiasmo de manera esporádica y nos cuesta mucho ser objetivos con la realidad.
Quizás, la visión pesimista que la sociedad tiene del mundo en general tiene que ver con algunos de estos motivos, pero…
Entonces comenzamos a buscar de qué manera podemos ser más felices. Bien sea porque conocemos a alguien que vive de otra manera o porque nos enteramos de que hay un curso, una terapia o un sistema con el que podemos encontrarnos mejor.
De cualquier manera la insatisfacción vital que nos acompaña nos hace pensar en eso de manera recurrente y más pronto que tarde decidimos ir a ver a esa persona o a estudiar ese sistema.
Son en esos momentos cuando uno comienza a escuchar que todo está en ti, que tu creas tu propia realidad y cosas por el estilo, aunque uno no tenga ni idea de lo que significa eso. Estamos tan “desesperados” que sentimos un impulso interno de movimiento, de inquietudes, porque en el fondo queremos creer que existe la cura para nuestra desazón. La esperanza, después de todo, no la hemos perdido.
Nos comprometemos con el sistema de aprendizaje y comenzamos a conocer cómo interactuamos con la vida desde la mente, cómo gestionar emociones siendo consciente de lo que nos provocan; empezamos a practicar técnicas de respiración, a escribir nuestros pensamientos; a cambiar de hábitos, de amigos e incluso a veces de lugar de residencia.
Todo mejora, la vida cambia su color pero no es como pensábamos que era. Las cosas jamás son como pensamos o imaginamos, esta es la primera sabiduría certera que toda persona una vez experimentada de manera repetida en el tiempo no puede obviar.
La insatisfacción sigue ahí, los problemas nos siguen arrastrando, las cosas continúan igual aunque la manera de verlas es distinta.
Pero ocurre qué ya no recordábamos cómo éramos cuando empezamos nuestro cambio interno. Aquella persona perdida, ofuscada, que no sabía, no podía, ya no existe.
Entonces en esos momentos de lucidez esporádicos tomamos conciencia de ello y vemos el vaso medio lleno y eso nos da fuerzas para continuar aprendiendo a comprender mejor la vida y a nosotros mismos.
Y entonces…
Comprendemos que la felicidad es una palabra, que ser felices no es lo que nos enseñaron, que estar bien pasa por sentirte agusto contigo mismo y con tener una conciencia tranquila.
Estar en armonía nos hace armonizarnos con el entorno. Que en el juego de la vida siempre se pierden cosas por el camino y tenemos que aprender a soltar, a renunciar pero sin tristezas, sin nostalgias… con comprensión de lo que significa el equilibrio que es el cambio, la impermanencia.
Todo se mueve constantemente, incluso nosotros avanzamos inexorables hacia el devenir.
Los amigos van y vienen de manera semejante a como en las estaciones los pasajeros suben y bajan de los trenes.
Los familiares queridos nos dejan al morir y los evocamos con el pensamiento y los llevamos con nosotros en el corazón.Los problemas dejan de ser un drama cuando te das cuenta que todo momento pasa, siempre, bueno o malo, jamás nada dura, todo se transforma, incluso tú mismo qué es lo más difícil de cambiar.
Pero no hay ningún drama en ello, sino todo lo contrario, es hermoso disfrutar de las flores en primavera aunque se mueran en verano o en otoño.
Nuestra adolescencia, la madurez, el adulto, el anciano. Todo ocupa el lugar que le corresponde acorde al tiempo que le toca y el entendimiento de los tiempos y las épocas, nos acompaña y nos enseña a tener la paciencia, ese don preciado que se consolida y en las mentes de las personas cuando el valor del tiempo cobra otro sentido.
¿Qué piensas hacer con el tiempo que te queda por vivir?
Tener esta pregunta rondando la cabeza abre puertas para aprender a estar bien y mejor.
Si cerramos los ojos ¿Qué vemos?
Nada.
Llena la nada de vida, llena la nada de amor.