La naturaleza onírica de la vida
He vivido 20 años en las montañas y los últimos seis años he estado en cuatro ciudades y en más de treinta pisos de alquiler y he llegado a una conclusión.
¿Dónde reside el medio de las circunstancias?
Por desgracia el punto medio solo se puede alcanzar cuando hemos navegado los extremos.
A lo largo de mi deambular por las ciudades he reconocido lo bueno que tiene tener los servicios cercanos y lo precio que es el compartir con las personas que se cruzan contigo de alrededor; la insatisfacción creciente en la que se vive debido a las presiones económicas y sentimentales; lo insoportable que puede convertirse los ruidos y los gases de las aglomeraciones; las oportunidades de realizar actividades infinitas dependiendo de tu creatividad e imaginación… Son tantas las cosas que aportan las ciudades al ser humano.
Pero el gran desconocido es el medio natural. No es lo mismo pasar un fin de semana en las montañas o en el mar que vivir en él. Aquellos que disfrutan de la paz y el sosiego de la naturaleza saben bien que los pros son mayores que los contras.
El futuro en las ciudades se está volviendo incierto con el aumento del control de las personas; sus normativas a veces incoherentes; su nivel de vida económico en ascenso y tantas otras cosas.
Hace treinta años cuando me subí a las montañas a vivir con tan solo diecinueve años la vida en las montañas era impensable. En mi zona por ejemplo tan solo vivíamos mi maestro y yo y una pareja de ancianos que cada día bajaban al pueblo a comprar comida.
Más de dos décadas después la montaña está llena de casetas y hay un centenar de personas viviendo las cuales prácticamente ni conozco aunque me crucé con ellas para ir a por agua.
De esto saco la conclusión de qué no solo la tecnología va rápido y los cambios sociales son impresionantes sino que también la conciencia del individuo está desarrollándose a la misma velocidad.
Quizás, el mundo en otras dos décadas va a ser muy diferente a cómo lo vemos hoy en día y no sería de extrañar en absoluto.
Hoy en día comienzo a dar clases en un centro de valencia, en xátiva, en el vallés, pedreguer, beniarbeig y en unos cuantos lugares más a parte de El Jardín de Selda mi propio centro en las montañas del interior de xativa.
Este triángulo de unos ochenta kilómetros es mi camino del medio, donde todo lo bueno que aporta la vida en las ciudades se enriquece con la energía pura que aporta el medio natural del mar y de la montaña.
Que aburrida y anodina sería la vida si solo existieran las ciudades o tan solo hubieras árboles en el planeta. Por supuesto la variedad todavía existe y nosotros podemos decidir en cada momento cómo vivir y llevar a cabo nuestras ilusiones y sueños aunque en muchos casos no consigamos llegar a donde queramos.
No hay que olvidar cómo dijo Buda.
La vida tiene una naturaleza totalmente onírica. Aprende a dominar las ensoñaciones y transformarás tu realidad.
Rober Dargye