La mente es un espacio vacío donde se manifiestan todo tipo de impresiones ligadas a nuestros sentidos de una forma inevitable. Así que cuando los ojos ven un vaso de agua, el cuerpo tiene sed y dependiendo de cómo se encuentre juzgará cómo es ese agua, buena, mala o neutra.

Es por eso que nuestra naturaleza mental es dual. Está diseñada para percibir y entender eso que percibe con los sentidos, siempre emitiendo juicios de valor.

Más allá de pensar que esto es bueno o malo sencillamente, es así, es nuestra naturaleza.

Pero tenemos una cualidad que se llama consciencia y que quizás, es lo que nos diferencia de los animales. La consciencia es darnos cuenta de este funcionamiento, que es lo mismo que decir que somos  conscientes de nosotros mismos y por lo tanto, tenemos la oportunidad y la capacidad de ir más allá  de nuestro funcionamiento ordinario.

Un águila no puede evitar matar a sus presas y su vida está condicionada por su naturaleza, pero nosotros podemos no matar para sobrevivir.

Podemos voluntariamente ser castos y no practicar sexo.

Podemos dejar de comer controlando nuestros instintos más primarios.

Podemos hacer muchísimas cosas en este sentido y es por eso que  nos diferenciamos de los animales (aunque la situación social está demostrando que los animales son más inteligentes que nosotros).

De manera paralela, todo este sistema sensitivo de percepción, nos arrastra inexorablemente a las formaciones mentales, o sea, a los pensamientos y a las sensaciones que pueblan nuestra mente aunque no tengamos  control sobre ellas y surjan de manera totalmente involuntaria.

Son estas impresiones mentales las que, dependiendo de su impacto sobre nosotros, permanecen en el tiempo como pensamientos pasados, futuros e incluso, en nuestro presente, el cual estamos viviendo la mayoría de las veces de una manera inconsciente porque está siempre lleno de cosas que hacer. 

Por ello, nuestro aquí y ahora es una sucesión de identificaciones, una detrás de otra. Estamos muchas veces inconsciente ante lo  que  verdaderamente está ocurriéndonos.

Los tres tiempos son la base de nuestras impresiones mentales y también son el sustento de nuestra insatisfacción vital constante a lo largo de nuestra vida.

Cuando las impresiones mentales del pasado amanecen  en nuestra mente, nosotros vivimos todo un carrusel de emociones ligadas a la nostalgia, a la pena, la culpabilidad, etcétera.

Cuando son impresiones sobre el futuro, las proyecciones mentales llenan de expectativas nuestra mente y con ello el nerviosismo, la ansiedad, la preocupación y todas las emociones asociadas a ese futuro incierto.

Pero es que cuando estamos en el aquí y ahora, nuestra atención está tan acostumbrada a identificarse con nuestros quehaceres cotidianos que nos estamos perdiendo el momento presente elucubrando los beneficios y las pérdidas, los gustos y disgustos de cada cosa que hacemos.

Ergo, los tres tiempos, aunque son una realidad para todos nosotros (ya qué cómo hemos hablado es nuestra naturaleza mental), se pueden trascender y penetrar llevándonos a  una realidad menos ilusoria y más pragmática ,donde estos tres tiempos se desintegran, se aniquilan y no se sostienen.

Ese es el cuarto tiempo mental, en el  que nuestra mente  tiene la cualidad de percibir y por lo tanto nos da la oportunidad de identificarnos con él. Esta realidad se denomina “Presencia  absoluta”.

¿Qué es la presencia absoluta?

Es nada más y nada menos que la omnipresencia de la atención plena que desarrollada en el tiempo a base de entrenamiento mental, podemos convertirla en algo totalmente natural en nuestro aquí y ahora, consiguiendo horadar los tres tiempos mentales citados anteriormente.

En la presencia absoluta, el pasado, el futuro y el aquí y ahora, lleno de quehaceres cotidianos,  se diluye y desaparece convirtiendo la experiencia del momento presente en algo inefable y aunque sea un fenómeno transitorio, (ya que nada perdura para siempre), nuestra mente lo vivirá como una de tantas experiencias y se quedará registrada en la memoria con lo que podremos evocarla en el futuro.

Una vez más, es gracias a nuestra consciencia citada al principio de este artículo, que nosotros podemos darnos cuenta de este funcionamiento.  El «darse cuenta» es la puerta para poder ir más allá de nuestras ilusiones mentales y tener la capacidad de experimentar el cuarto tiempo mental.

¿Para qué sirve experimentar el cuarto tiempo mental?

Para no experimentar la insatisfacción vital que produce vivir en el pasado, el futuro y en la inconsciencia del presente lleno de quehaceres.

El cese de la insatisfacción está en el cuarto tiempo mental, en la presencia absoluta del observador que presta atención a su funcionamiento mental sensitivo y ordinario y es capaz de elevarse por encima de él, del mismo modo que cuando subimos una montaña podemos disfrutar libremente del paisaje sin que nada obstruya nuestra visión del horizonte.

¿De qué sirve la presencia en este mundo loco y caótico?

Para que nuestra mente no se  pueble de tanto miedo y de tanta incertidumbre, de tantos pensamientos que tan solo nos provocan desazón… Para que el pasado deje de estar poblando nuestra mente y dejemos de vivir el presente de una manera tan inconsciente y nos volvamos dueños de nuestra realidad.

Comprender cómo funciona tu mente te hará libre, experimentar la presencia absoluta te llenará de gozo. Ir más allá de los tres tiempos mentales entrenando tu mente hará que cambies el mundo, ya que todo tu entorno se beneficiará de ello.

Existen límites a la sabiduría del ser humano,

arbusto débil sacudido por el viento.

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