A la edad de 17 años conocí al que sería mi padre, mi maestro, mi amigo, mi cómplice, mi hermano… todo en una sola figura masculina. Un maestro hecho a mi medida y para alguien como yo. A él le debo quien soy y a donde he llegado, a él le debo estas líneas que escribo. También  a todos aquellos que las lean y que de alguna manera les sirva como ejemplo de qué dentro de todo mal, existe la semilla del bien.

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